Sentado frente a un piano de cola, nos recibe, en nuestra
primera noche, el viejo pianista del hall del hotel, notas de acompañamiento
que hacen más melódico el ajetreo de la zona principal.
Supongo que es el destino caprichoso el que en este caso, nos hizo de guía y aseguró que nuestro primer viaje juntos, tuviese todos los alicientes que ha de tener para ser recordado.
Frente al hotel Pyramida, a unos metros, se encuentra la parada de tranvías. Sabemos cuales son los que llegan, pero poco hacia donde van. Nos importa poco, no conocemos nada, no conocemos a nadie, así que…¿ Por qué no simplemente montarnos y llegar a donde lleguen los demás? Siempre se ha dicho que en lugares que no conozcas, vayas allá donde va la gente de allí, y eso hicimos.
Poco a poco, parada a parada, van entrando gente en el viejo tranvía que se va dirigiendo con paso lento y seguro al centro. Recuerdo como, siguiendo al tumulto, subimos y bajamos en varias ocasiones recorriendo sus calles en las horas en el que la vista tiene poco que ver y los sentidos mucho que vivir…Jóvenes tontean con jóvenes, risas e inocencias de las edades tempranas florecen entre semialumbradas plazas y jardines…
Con la luz del día, Praga viste su verano con sus rojos en los tejados y mil y un color que prenden en sus descascarilladas y longevas fachadas. Es hora de acudir al corazón de la historia, de visitar el centro y origen de su pasado, recorrer sus arterias y formar parte de sus ritmos de vida.
En Staré
Mêsto (Ciudad Vieja); sentiremos los latidos de una bella ciudad ajusticiada
tan injustamente, en nuestro ya pasado sXX,
a través de sus dos guerras mundiales y de su indulgente dictadura nazi. Pero
ya todo quedó atrás, porque el ser humano
quiere recordar su pasado, pero más vivir su presente. En las terrazas
de los bares que rodean el viejo reloj astronómico, la brisa trajo en sus
últimos tiempos, apartados recuerdos de una alejada Unión Soviética, de la
suave caricia de una Revolución de Terciopelo y de un magullado Muro de Berlín,
cuyo llamamiento al cambio, se refleja en los grafitis con la imagen de un
indomable John Lennon ,convertido en toda una expiración para los que desearon su libertad.
Es la historia de viejos reyes e imperios los que
descansan en sus adoquinados suelos,
Antiguas Iglesias como la de Týn, orientan su centro, estrechos callejones como
el “Callejón del Oro” bañan nuestra
literatura bajo la mano de un joven
Franz Kafka.
Foto: José M Sieres |
Pasea por la pequeña plaza de Malá Strana, recorre
sus calles, visita el viejo cementerio judío para conocer su historia, detente
ante el camino empedrado del Puente de Carlos saltando al siempre vigía del río Moldava,
cuyos pintores dan constante vida junto a las treinta esculturas que te
acompañan en su despedida de la pequeña ciudad, su Torreón de la pólvora, paso
obligado para el enamorado príncipe…Todo su día es majestuoso y toda su noche
bohemia.
Que recuerdos me ha traído esta entrada, me encanta como escribes, me hace recorrer de nuevo esos rincones....Un abrazo!!
ResponderEliminarEl primero de nuestros viajes, no podemos decir que no fuera original, estuvo salpicado de incertidumbres hasta el último momento pero finalmente pudimos hacerlo con el mayor de los éxitos. Muuuack!
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