Como la vieja máquina en la que, tras depositar un duro , rodaba escalonadamente por un camino laberíntico de palillos de madera hasta caer en el cajón, así paseábamos por las calles de la vieja Medina de Chaouen.
La mañana amaneció con el azúl intenso que la luz hace escapar de los tintes del muro de la vieja azotea. Las calles que rodean el Riad, permanecen aún desiertas, haciendo que transite por ellas el eco de los sonidos que se causaron en otros barrios mas alejados. Los campesinos queman rastrojos en los prados situados en nuestro horizonte y tímidamente el humo despojado envuelve, tiñendo de tráslucido, la luz del sol.
Abajo de la estancia, en la mesa, nuestro nuevo amigo nos ha preparado un tibio desayuno para arrancar la mañana : bollos de pan, tostadas, algunos dulces, café o té y zumo recién exprimido de naranja.
Mientras tanto ,él, da los últimos tirones de ajuste a los uniformes de colegio de sus dos niños pequeños para que vayan a clase impecables.
La actividad ha comenzado en la vieja ciudad, el tendero abrió su comercio, el comercial sus tiendas y el artesano sus locales de zapatillas, lámparas y mantas.
Como gatos, estos dos simulacros de Tintín, doblan cada esquina atraidos por la curiosidad de la sorpresa...
Alguien decoró con aromas de especias la singular pared, alguién interrumpió el estrecho camino de un callejón con sillas de sacos bañado de tintes naturales vendidos a granel.
Foto: José M.Sieres |
Abajo de la estancia, en la mesa, nuestro nuevo amigo nos ha preparado un tibio desayuno para arrancar la mañana : bollos de pan, tostadas, algunos dulces, café o té y zumo recién exprimido de naranja.
Mientras tanto ,él, da los últimos tirones de ajuste a los uniformes de colegio de sus dos niños pequeños para que vayan a clase impecables.
La actividad ha comenzado en la vieja ciudad, el tendero abrió su comercio, el comercial sus tiendas y el artesano sus locales de zapatillas, lámparas y mantas.
Como gatos, estos dos simulacros de Tintín, doblan cada esquina atraidos por la curiosidad de la sorpresa...
Foto: José M.Sieres |
Alguien decoró con aromas de especias la singular pared, alguién interrumpió el estrecho camino de un callejón con sillas de sacos bañado de tintes naturales vendidos a granel.
El sol nos busca con mayor intensidad, pero el frescor de las encaladas casas nos hacen burlar la temperatura, cuatro jóvenes felinos se despojan de sus artesanales gorros para indicarnos la dirección del riachuelo...
En el momento que nos indican el riachuelo...(Foto: José M.Sieres) |
El murmullo del agua deslizándose sobre los cantos rodados, nos hace ver que vamos en la dirección correcta. Es la entrada o salida de la ciudad al campo, del diminuto ajetreo a la sosegada paz.
El pastor dirige el rebaños a los pastos por la vieja carretera que dirige a la mezquita situado a mitad de camino, los jóvenes sumergen latas de refresco bajo el agua descendente de lo alto de la montaña para vender a los turistas, y sus madres y abuelas acuden al lavadero que se encuentra en la parte inferior del riachuelo para dejar impolutos los ropajes que llevará luego toda su familia...
Fotos:José M.Sieres |
Así empieza una mañana en Chefchauoen...
Que buenos recuerdos me han llegado con esta entrada. Que sitio tan distinto y entrañable. Buena entrada...Deseando leer tus cuento...Un abrazo
ResponderEliminarPersephónē Core
ResponderEliminarNací en Marruecos y cada vez que vuelvo por allí lo disfruto, pero casi que no me siento extranjera.