Ya tengo los pies fríos de solo recordar cómo aquel hielo soldado
a tu boca se iba diluyendo como carrusel de feria en mi tobillo. Tan frío como
ardiente, atrevido, jugoso y cortante aquella noche.
Maldita, odiosa como lo fueron
sus horas posteriores. Porque sin despedirte de mí, con los ojos vendados me dejaste
en tu cama...
Me mentiste, te odio...Por no
venir conmigo, por prometerme que volverías de seguida para continuar con nuestro
juego. Pero ya no estás. Bajaste a la calle y en aquel momento...Un eco oscuro
sobre el balcón, un golpe seco, un grito y no regresaste.