Son la diez de la noche...los tonos del sol de la tarde comienzan a desaparecer, y aunque ella siempre suele ser puntual minutos arriba, minutos abajos, piensa que esta vez no le dará tiempo de estar lo suficientemente bella y maquillada para su joven prometido.
Piensa que los años no pasan en balde y teme que este amor solo sea un capricho de temprana edad...
- ¿ Qué pudo ver en mí?,- se dice mientras extiende sus pinturas con mano de nerviosa quinceañera ante su primera cita.
- Una vez más me enamoraré ,me hará sucumbir bajo sus silenciosos acordes y aunque vendrán otros, con el tiempo me olvidará y solo quedaré como un bello recuerdo de su pensamiento-.
Son solo delirios de temor que a ella cada noche le rondan mientras se mira en sus ojos. Aún así, llevan meses disfrutando de sus encuentros, de sus compañias y misterios, con secretos que quedaron entre los dos y que sobran para el resto de la gente que los ven...
Son las diez de la noche...Él, de aspecto mas informal, afina su violín con un antiguo diapasón de metal, los prefiere a los de nueva generación por la calidez que envuelven los sucesivos y posteriores momentos, al igual que la cuerda en "mi", la sigue manteniendo de hilo de acero, rechazando los nuevos materiales sintéticos. Luego, lo guarda en su estuche y sale a la calle repitiendo las notas de aquella melodía que regalará esta noche a su deseada.
Al contrario que ella, no sufre de nervios, no tiene miedo a la diferencia de los años porque los sentidos son intemporales, los sentidos que la hicieron percibirla tal como le hicieron amarla.
Pasan los cuartos de hora y ella puntual, minuto arriba, minuto abajo, lo espera en la esquina ,asomada mira todos los callejones que divisa desde aquel transcurrido ángulo y por fín lo ve llegar a lo lejos, como siempre, tarde pero tranquilo y, en el encuentro entre ambos, ella no dice nada, solo lo contempla mientras él la mira ,la siente, abre su estuche y comienzan a nacer las ansiadas notas solitarias y silenciosas para las que Salamanca la esperaba una noche más, igual de bella que ayer e igual de hermosa para mañana.
Piensa que los años no pasan en balde y teme que este amor solo sea un capricho de temprana edad...
- ¿ Qué pudo ver en mí?,- se dice mientras extiende sus pinturas con mano de nerviosa quinceañera ante su primera cita.
- Una vez más me enamoraré ,me hará sucumbir bajo sus silenciosos acordes y aunque vendrán otros, con el tiempo me olvidará y solo quedaré como un bello recuerdo de su pensamiento-.
Son solo delirios de temor que a ella cada noche le rondan mientras se mira en sus ojos. Aún así, llevan meses disfrutando de sus encuentros, de sus compañias y misterios, con secretos que quedaron entre los dos y que sobran para el resto de la gente que los ven...
Foto: José M Sieres |
Al contrario que ella, no sufre de nervios, no tiene miedo a la diferencia de los años porque los sentidos son intemporales, los sentidos que la hicieron percibirla tal como le hicieron amarla.
Pasan los cuartos de hora y ella puntual, minuto arriba, minuto abajo, lo espera en la esquina ,asomada mira todos los callejones que divisa desde aquel transcurrido ángulo y por fín lo ve llegar a lo lejos, como siempre, tarde pero tranquilo y, en el encuentro entre ambos, ella no dice nada, solo lo contempla mientras él la mira ,la siente, abre su estuche y comienzan a nacer las ansiadas notas solitarias y silenciosas para las que Salamanca la esperaba una noche más, igual de bella que ayer e igual de hermosa para mañana.